Para distinguirlo del daño directo, se da este nombre a aquel que es consecuencia mediata o indirecta de un siniestro. Por ejemplo, en un incendio de una fábrica, daño directo es la pérdida originada por el fuego a sus instalaciones (edificios y contenidos) y el daño consecuencial, por el hecho de suspender actividades, las pérdidas por dejar de producir durante el tiempo en que se reparen las instalaciones.